Un libro, y una reflexión sobre la (in)comunicación 

Dos reencuentros han marcado el día de hoy. Felizmente ambos me han llevado a la misma conclusión, ambos han venido a confirmar las ideas mascadas durante un fin de semana ajetreado exterior e interiormente.Empecé el fin de semana con magulladuras, mi familia y amigos me sanaron con sus palabras de apoyo y con la invitación a vivir la locura de bailar al ritmo eléctrico de Thriller.

El lunes, por primera vez en mucho tiempo se me hacía una losa, pero decidí ser agua y corretear adaptándome a las curvas del terreno. Tendí la mano a la dificultad y llegó la primera intuición: había funcionado. La comunicación positiva y humanizadora del cara a cara estaba dando resultado.

Hoy aparece ante mí, de sorpresa, un gigante. Mi mentor hertziano, el hombre que reparte abrazos de oso. Y me quedo con ganas de hablar algo más con él, era mucho tiempo de comunicación sólo electrónica. Pero el cara a cara es un lujo, se agota la oportunidad en instantes y quedan tantas cosas por decir…

Y Najjar, dibújame en pólvora se convierte en una excusa para mantener una charla con otro gran maestro. Conocido hace poco, como si hubiera estado allí toda la vida. Dedico tímidamente el libro al profesor Calderero. Y reflexionamos sin darnos cuenta sobre la comunicación.

El poder de la relación personal en la educación, del aislamiento revestido de ubicuidad al que nos pueden llevar las tecnologías. Los zombis del WhatsApp. Y coge un folio y escribe la palabra comunicación, y luego vamos quitando letras y nos quedamos en comunión: El yo imposible sin el tí, la comunicación como unión entre iguales que dan y que toman, que prestan y muestran interés, y así las manos y la cara solucionan lo que la red enreda.

Carlos Alameda

15/06/2016, Madrid

2 pensamientos en “Un libro, y una reflexión sobre la (in)comunicación 

  1. Te agradezco mucho tu dedicatoria en «Najjar» y ya que incluiste en ella a mi familia te devuelvo su agradecimiento.
    Me gusta lo que cuentas en esta entrada tuya; efectivamente no hay nada superior a un encuentro interpersonal auténtico que, si lo es, no puede dejar de ser fecundo.
    Me gusta también eso del «aislamiento revestido de ubicuidad»; expresa muy bien la falsa sensación de encuentro que se produce cuando este no se acaba de dar y se «reviste» de ruido informativo.
    Seguimos charlando. ABRAZO.

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