Mientras pedía en el Metro…

Una joven entra en el Metro. Cuenta su historia, vive con 30 euros. Gana 300 cuidando a una persona mayor, pero paga un alquiler de 270.
Tendrá veintipocos años y habla con un marcado acento andaluz. Tiene una hija a su cargo, esta sola y ha agotado las prestaciones sociales.

Mientras rebusco en la mochila para darle algo, el señor que se ha sentado en frente de mí le dice: yo te puedo dar trabajo.

La chica apenas recuerda bien su propio número de teléfono pero se lo acaba dando. «Te pagarán mejor, te llamará mi mujer», le dice el hombre apresuradamente antes de bajarse en Avenida de América.

Varios pasajeros nos miramos y la chica no puede evitar una media sonrisa. Se baja en la misma parada.

Para que pudiéramos llamar a esto serendipia necesitaríamos que todo saliera bien. La chica que titubeaba insegura entre la vergüenza y la timidez será contratada, hará un gran trabajo y logrará subsistir hasta que logre algo mejor. Ella y su hija saldrán adelante.

Es el final con el que me gustaría que terminara este encuentro. Momento de fortuna en los 20 minutos que ha durado este viaje de Metro.

Cabe la posibilidad de que todo fuera un engaño, pero como digo ese no es el deseo de quien escribe.

Carlos Alameda

26 de junio de 2017.

2 pensamientos en “Mientras pedía en el Metro…

  1. Espero que tu final sea el auténtico final. No necesariamente tiene que ser un engaño; es real el sufrimiento de muchas personas y la falta de capacidad de salir adelante por ellas mismas en un mundo caracterizado por «cerrar puertas».
    Un abrazo,
    @JFCalderero

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