Su poder ecónomico y el de sus empresas es tal que son capaces de tener a medio mundo a sus pies. Suben y bajan el precio del petróleo, patrocinan equipos de fútbol, compran equipos e inmuebles, pero cuando hay que arrimar el hombro pasan de todo, es más, en algunos casos, incluso instigan y financian grupos armados radicales. En Europa y Estados Unidos tampoco nos salvamos, aunque estemos en plena marea de solidaridad de sus factorías salen armas directitas al conflicto.
