El reto que proponía la directora del espectáculo, Cristina del Castillo, resultaba tan complejo como atractivo. ¡Llevemos el espectáculo a la época del Rey Sancho IV, El Bravo! Un regente que apostó por la cultura, como había hecho su padre: Alfonso X, El Sabio. Había que dejar la sotana de Thoinot Arbeau y su trabajo de recopilación de danzas medievales en Orchésographie, para ponerse en la piel de los miembros de la corte de Castilla en un momento crucial, la decisiva sucesión de Alfonso X.
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