En algún momento de su primera beca alguien le dijo: ¡Un día hay que dejar de estudiar! Y eso que aún no había acabado la carrera. Quizás quién se lo dijo había abandonado el bronceado que proporciona el flexo hacía muchísimo tiempo, unos 25 años más o menos. Había entrado en la Universidad de la Vida. Trabajando desde joven para ganar sus primeros salarios, salarios que sus padres siquiera hubiera soñado.
Sin embargo, y aunque ellos creyeran lo contrario, ni uno había dejado de estudiar, ni el otro dejaría de hacerlo en toda su vida. La evolución, la velocidad de producción del conocimiento, la necesidad de adaptarse a un mundo en constante cambio nunca les dejaría parar de aprender.
Es el maravilloso concepto de Educación Permanente (Lifelong Learning). Una práctica que podríamos considerar un lujo: tener acceso a educación de calidad durante toda la vida, pero también una necesidad irrenunciable para todos. Incluso habiendo «colgado las botas» laboralmente hablando.
Es estimulante, es sano, e Internet nos abre las puertas a un mundo bestial de recursos con los que no parar de aprender. Por eso os animo a no decaer en el empeño, a seguir aprovechando cualquier oportunidad porque tenemos tanto por explorar que merece la pena saber hasta dónde podemos llegar.
La motivación, va a partir de nosotros mismos. Levantarnos y salir ahí afuera con ganas de sorprendernos cada mañana y quedarnos con un detalle, con información nueva sobre algo que nos atraiga, curiosear entre los libros, entre las charlas con nuestros seres queridos, entre los detalles que aprendemos del resto de seres vivos…