La inundación de la fábrica

Le miraba y no le reconocía. De ser uno de los líderes carismáticos de la rebelión a trabajar para los invasores. En la fábrica, suben y bajan cintas transportadoras con diferentes materiales, un laberinto de escuadras y cartabones que alcanzan su cumbre en terrazas de oficina: allí trabajan los colaboradores, quizás también los invasores. Interior_da_fábrica_piso_de_baixo

En su día, tuvo un grupo de rebeldes a su cargo que le habían atribuido un cargo militar que no poseía. Ahora deambulaba por la fábrica sin un objetivo claro. Se preguntaba continuamente por qué le estaban dejando vivir cuando no representaba más que un peligro. Podría organizar una guerrilla, que la fábrica se rebelara contra ellos, convertir a los colaboradores, devolver el golpe… y quién sabe cuantos miles de imposibles más.

Entre esos rebeldes, un joven, el mismo que no es capaz de mirar a los ojos de su padre y pensar que realmente es él quién está construyendo un nuevo mundo con los invasores. Y en el que antes llamaban «General» ve a un hombre taciturno que se refugia en su agujero asustado, quizás a la espera de una condena a muerte que no llega pero que vive todos los días como tal en ese cautiverio.

Por las tardes suelen ir a una torre desde la que se divisa el complejo de fábricas, chimeneas, columnas de humo, luces intermitentes, al fondo quizás la Tierra, al fondo quizás el hogar que un día tuvieron. Aquella tarde se han reunido además con otros rebeldes, y existe cierto nerviosismo ante la posibilidad de que les descubran. La pregunta vuelve una y otra vez a todos ellos. ¿Hasta cuándo soportarán nuestra presencia?.

Sin que hayan podido percibirlo, una masa de agua que sólo parece afectar a la torre en la que se encuentran se ha ido apoderando de la escalera y avanza escalón a escalón con suavidad. Hay miedo en los ojos del «General» que parece recordar todas las atrocidades que ha sufrido y ésta es una de ellas, sin ninguna duda.

Una placa del suelo asciende hasta el techo, se rompe por la mitad y deja ver su esqueleto cuadriculado de hierro. Todos la miran asombrados, la torre se está moviendo entre las calles, como si también estuvieran inundadas y ella formara parte de un bote que flota entre edificios inmóviles, secos, inmunes al agua que a ellos les rodea y al movimiento.

La placa está bajando para posarse en la mano del joven, él la mira con terror. La placa se pega a su piel, le envuelve y le propulsa hacia arriba, lleva del brazo, le saca de la torre a pesar de los intentos del «General» y de los otros rebeldes de alcanzar sus pies y no permitir que se lo lleve. Pero es demasiado tarde y el joven ya vuela, y lo hace fuera de los límites de la fábrica, y ve la enorme ciudad de los invasores, sus modernos edificios, sus calles llenas de vida, las autopistas que cruzan de un lado a otro el entramado urbano, y en una ellas, uno de sus coches se ha estampado contra un guardarraíl. La placa le abandona en medio de la autovía. ¿Qué significa todo esto? Entrar en el coche podría protegerle.

Carlos Fernández-Alameda

26/12/2015, Ávila

 

 

 

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