Donald Trump ha supuesto un vuelco a todo. A la manera de entender las relaciones internacionales, la globalización y la relación de la prensa con el poder. Los aspirantes a dictador siempre comienzan igual: atacando la libertad de expresión.
El presidente de Estados Unidos acusa a los medios que no le gustan de crear noticias falsas, cuando él es el primero que tergiversa la realidad y no sostiene con ninguna prueba sus afirmaciones. Véase el caso del supuesto espionaje de Obama a las Torres Trump.
Día a día comenta que los medios mienten, que son horrorosos y hasta se niega a contestar a los que no son de su parecer.
Pero la cuestión, es que, como todo populista, sus palabras llegan a miles de personas que no las contestan, que no tienen desarrollado ningún tipo de pensamiento crítico, que se lo creen sin más.
Sí, Trump podría salir a la calle con una pistola matando a quién le diera la gana y estos seguidores no protestarían. Es un fenómeno de culto al líder que quizás en España se pueda identificar con el culto a un partido.
El problema es ¿en qué lugar queda la prensa ante esto? ¿Cómo defendernos?
En mi opinión generando mejores noticias, de mayor calidad, contrastando fuentes, arrinconando con cifras, con hechos, con pruebas a cualquier poderoso que quiera manejar a su gusto la sociedad.
Por eso desde estas páginas defendemos la importancia del periodismo de investigación, de la calidad, del compromiso social de una profesión que puede salvar el mundo o ser engullida por tipos como Trump.