Parece que la tenemos miedo, que tratamos de evitarla cuando paseamos nuestros dedos en el teclado, una tripulante incómoda a la hora de escribir. Es el símbolo vritual del folio en la papelera. Sin embargo, su discrimación oculta enormes virtudes cantadas en varios ensayos por escritores de la talla de Stefan Zweig o Robert McKee: la imperiosa necesidad de borrar lo que sobra, el valor de limpiar la casa, la posibilidad de seguir creando en nuevas líneas en blanco. Carlos Fernández-Alameda
22 de Julio 23:37 horas (CEST)