En alguna ocasión he contado como conocí a la fantástica familia que forma la Fundación La Merced Migraciones. Fue a través de un comentario en una red social profesional de la profesora de español. Casualidades de la vida, en aquel momento yo estaba sufriendo la condena del paro y no me esperaba que fuera a conocer a una amiga suya muy especial.
En mi trabajo, rodeado de investigadores, matemáticos, ingenieros, programadores, biólogos, pedagogos, psicólogos y algunos infiltrados entre los que cuento a periodistas, actores, e intelectuales de todos los campos, se encuentra una investigadora que tiene unos detalles sorprendentes.
Ya nos dió una muestra de clase regalando una planta a una de las personas de las que más críticas espero, tanto para esta novela como para «la siguiente». Ha sido siempre sincera con muchas de las iniciativas en las que los de comunicación metemos a todo el mundo en general… y de las que son presa los investigadores en particular, pero sobre todo nos ha mostrado un cuidado del detalle y de las relaciones personales espectacular.
Las mismas cualidades adornan a la que fue mi primera tutora como profesor de español. Hace ya casi tres semanas, me acerqué a la Fundación, quería dejar unos manuales de español en la biblioteca, hablé con ella, y nos dimos cuenta: era ella, tenía que serlo. Habían trabajado juntas en un colegio con un nivel de conflictividad bastante potente.
Da la casualidad de que pocos días después, la semana pasada, la investigadora llegó al departamento de la Universidad con Najjar, dibújame en pólvora. Había comprado la novela en La Casa del Libro de Gran Vía, era la última que quedaba en la estantería de ese establecimiento en particular, (pronto repondrán… espero). Me pidió que se la dedicara, e hice mención también a mi tutora de clases de español.
Es increíble lo que un pequeño detalle puede conseguir, me animó el día.
Poco antes, mi jefe actual había tenido el mismo detalle con el mismo efecto. Con la añadidura de abrirme los ojos a una filosofía que temía que no compartieran. Para mi alegría, me demostró que una empresa buena quiera que su gente crezca, que escriba, que tenga inquietudes, me comentó que era un orgullo para ellos que yo tuviera publicada una novela, aunque fuera en una humilde editorial de Granada, me apoyó al fin y al cabo en una actividad literaria, que también algunas veces había tenido que ocultar de mi currículum.