Miguel Ángel Fernández Ordóñez, considerado por algunos como el gobernador más criticado de la historia, dejará su cargo en junio, un mes antes de la finalización de su mandato de 6 años. Un período marcado por la polémica desde su inicio.
Su nombramiento en 2006 llegó sin consenso. Licenciado en Derecho y Económicas, su escasa formación financiera y su carné de militante del PSOE, le granjearon las primeras críticas, desde que el Ministro de Economía en aquel momento, Pedro Solbes, pronunció su nombre.
Se propuso recuperar el prestigio internacional de la institución. Al poco, los inspectores del Banco de España criticaban que sus declaraciones eran demasiado optimistas, y advertían de que el sistema financiero concedía crédito con demasiada laxitud ante la pasividad del regulador.
Al inicio de la crisis financiera, Mafo defendió la salud del sistema bancario español. Un año después, el estallido de la burbuja inmobiliaria confirmó que las entidades no disfrutaban de unos balances tan saneados como se había venido diciendo.
Mafo se concentró en reducir el número de cajas de 45 a 15. Pero algunas fusiones sinsentido comenzaron a dar problemas. Cajastur se sintió engañada al revisar las cuentas de la Caja del Mediterráneo y rompió una fusión cuyo proyecto se calificó de “firme” desde el Banco de España. Cuando salió a la luz el escándalo del agujero de la CAM y de sus millonarios sueldos, Ordóñez reconoció que la entidad era “lo peor de lo peor”.
Tras un período trufado de polémicas declaraciones de índole política como la defensa de la bajada de sueldos, el nuevo gobierno puso las dudas sobre él desde el primer momento. El cúlmen llegó tras la contratación de dos agencias internacionales independientes para evaluar a la banca, y el afloramiento de activos tóxicos de Bankia.
El pasado abril defendió que la banca española no necesitaría ayudas europeas. Su legado: tres grandes cajas nacionalizadas y dos intervenidas.