Era un buen presagio ver su luz llenando la habitación, iluminaba con tanta fuerza que parecía artificial, como un foco de cine sobre la oscuridad de la noche iluminando los contornos de una mesa y una silla de trabajo que esperaba un fruto a sus esfuerzos, un fruto a sus soledades, a las horas no pasadas en compañía de los más queridos, a las horas pasadas con un corazón encogido que por fin se ha liberado: eras tú, Luna, un gran presagio…