Tú tienes un camino y miras hacia adelante, ellos no saben dónde van y giran la cabeza a todos lados sin más rumbo que el que marcan los que van por delante.
Puede que estés en la escuela, en el instituto, en la universidad, en el trabajo, en la última etapa de tu vida laboral… Ni siquiera cambia el tiempo verbal porque la envidia siempre está en presente.
No te darán con el remo si no sacas la cabeza del agua. Si sigues a la masa. Oirás una voz que te dirá: ¡no destaques! ¡haz como que eres tonto! ¿no lo ves? si no abres la boca no pasará nada.
Pero tú quieres respirar el aire fresco. Quieres salir de ese nado constante y sin sentido y ver el cielo y el sol que hay por delante. Pues sigue nadando. No pierdas tu rumbo. Sigue aunque te agarren de los tobillos, sigue aunque te pongan pesas en los pies, sigue aunque quieran cazarte con su red de mediocridad.
No estás hecho para eso. ¡No! Estás hecho para nadar y descubrir. La sensación de libertad, la búsqueda de la felicidad, la consecución de objetivos es más importante que todos los que tiran de tí hacia atrás. Da igual en qué momento de tu vida estés: sigue nadando, no lo dejes, no te dejes.
Escapa de las garras de la envidia y conviértete en lo quieres: alguien útil a la sociedad, alguien que puede poner un granito de arena en el mundo. No hagas caso de los que te quieren hundir: ellos ya han elegido su camino: nadar sin levantar la cabeza, hablar y hacer poco, cuchichear e intrigar pero no transformar las cosas a mejor.
Por eso, sigue. ¡Venga! ¡Ánimo!
Carlos Alameda 25 de febrero de 2017