Porque parece que para escribir nunca hay tiempo, que es lo último de lo último. Bueno, escribir esas cosas que nos gustan, ¿Cómo se llaman? ¡Ah! ¡Sí! Las novelas, los relatos, los poemas. Pero eso no da de comer.
Los informes, las noticias, son más productivas. Bueno, ¿a quién le importa?. Si usted quiere escribir sus cuentecillos pues escríbalos, eso sí, por la noche, cuando las teclas ya no molesten, cuando el mundo haya dormido, cuando se produzca ese magia lunar que permite el silencio y la reflexión.
Las monsergas de los escritores, de los que trabajan para ganarse el pan, y luego reservan un rato para escribir, de los que viven por y para escribir, bien porque pueden hacerlo, bien porque se lo han ganado a base de sacrificio. Son monsergas. Como las de los escritores que se levantan pronto por la mañana. Son sus historias, pobres diablos, escribiendo siempre a deshoras.
Gracias por escribir a deshoras. De estas noches de insomnio, de locura, de adoptar la forma extraterrestre del friqui pirado y pirrado por el teclado, hay veces que nace una historia que nos toca, que nos arrebata un sentimiento, que nos sumerge en un mundo paralelo del que no querer salir. Gracias escritores, gracias por escribir…