Mensajeros de la muerte que esconden la mano

A Assier y a Ben ya les ocurrió. Ellos son personajes de ficción que cree para Najjar, dibújame en pólvora, pero en la realidad seguimos asistiendo a las consecuencias terribles de historias como las suyas. Un fanatizador, varios fanatizados, un objetivo, muerte, más muerte, y el fanatizador no se pringa las manos de sangre. El ataque al semanario Charlie Hebdo, y al supermercado judío, es una nueva muestra del peligro que suponen estos manipuladores profesionales.

Manifestante con una portada de Charlie Hebdo "El amor es más fuerte que el odio".

Manifestante con una portada de Charlie Hebdo «El amor es más fuerte que el odio».

Porque no se radicalizan solos, aunque eso no les exima de ninguna culpa. Los hermanos Kouachi son víctimas de sí mismos, pero también de dos extremistas que borraron de su mapa cerebral las ambiciones de Said en la hostelería y de Chérif en el rap y en la ingeniería eléctrica.

Farid Benyettou, autoproclamado imán del extremismo y fichado por los servicios de seguridad, y Djamel Beghal, que pasó 10 años en prisión por mandar terroristas a Irak, son los autores intelectuales de este y otros muchos ataques terroristas en Francia. Son los mensajeros de la muerte que esconden la mano.

La comunidad musulmana se avergüenza de estos radicales

De la misma forma que en la novela su capacidad para malograr adolescentes llega a límites insospechados. De ser un joven interesado en el rap, en las chicas, y en mejorar sus estudios a convertirse en un radical perfectamente entrenado con un odio incrustado en lo más profundo de su ser que ciega todo su razonamiento.

Estos profesionales de la manipulación inculcan ideas que avergüenzan a la comunidad musulmana. Utilizan a jóvenes frágiles, desorientados, inadaptados a una sociedad que quizás tampoco sabe bien cómo asimilarlos, para llevarles al cómodo terreno del no razonamiento: las pautas claras, las leyes que seguir, el objetivo trascendente, la herramienta oculta de un dios vengativo que busca la muerte de los que son diferentes.

Lo peor es que parece fácil caer en esa especie de régimen militar de vida. No hace falta pensar, no hace falta decidir, ese dios del que te hablan ya ha decidido por tí, es tú destino ¿Para qué entonces seguir otro camino diferente?.

Ese odio que les inculcan se basa en la diferencia, en la arraigada costumbre humana de ver en la otra tribu una amenaza, de buscar lo que nos separa en vez de lo que nos une. Y occidente en esto también tiene la culpa. Las expediciones coloniales en busca de petróleo, materias primas, venganzas expeditivas, humillaciones, violencia, violencia que genera más violencia hasta que forma una espiral cada vez más ancha que lo arrasa todo. Querer  lo del otro, robar, hacer lo que nos place por el mundo.

Los que inculcan el odio y la violencia nos sobran

Cuando presenté el libro, algunos de los lectores me comentaba: eso que dices sobre la necesidad de que nos unamos como humanidad, de que dejemos atrás las diferencias, está bien, es bonito, pero no creo que pueda realizarse. Claro, es normal, entiendo a mis lectores, estamos pensando en que todavía hay diferencias culturales, religiosas, educativas, de costumbres que separan el género humano enormemente. Pero defiendo la necesidad de superarlas, centrándonos en dos factores que tenemos en común: somos todos humanos y vivimos en el mismo planeta. Porque hay retos para los que necesitamos estar unidos, y los que inculcan odio y violencia nos sobran.

11/01/2015

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